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  1. Ribeira Sacra

    lunes, 1 de julio de 2013

    « ¡Hola!
                Voy a contarte  las impresiones y sensaciones que experimenté en mi último viaje gastronómico. Más adelante intentaré repetir una receta. Veremos si soy capaz de lograr que se parezca a la que quiero hacer. De momento he tomado notas concedidas por la autora.
                Viajamos a la Ribeira Sacra acompañando a Pili y Tino en su peregrinación anual para abastecer su bodega. En esta ocasión, Pepe, nuestro agente cultural, dijo que teníamos que conformarnos con el paisaje, porque los mosteiros, iglesias románicas, miradores, encoros... los teníamos ya muy sabidos. Así que nos llevó  a la casa rural "Rectoral de Castillón" en Ferreira de Pantón para que nos relajásemos y descansásemos en su extenso y apacible espacio en plena naturaleza, rodeados de amplias murallas y frondosa vegetación que invita a la contemplación y meditación, actividades que hay que practicar de vez en cuando, simplemente por higiene mental. Solo hicimos una escapada el miércoles por la mañana a Escairón porque era día de feria y había que tomar pulpo. Eso sí, estaba permitido.  
                Quedamos en Sober para reunirnos y reponer fuerzas. De allí emprendimos viaje hacia Doade por una carretera en la que se alternan los cultivos de huerta y árboles frutales, los más vistosos, los cerezos con la fruta madura, manzanos, nogales, castaños... con llamativas xestas o retamas floridas de un exuberante amarillo adornando el paisaje.
                Llegamos a la casa de Nieves y Domingos, propietarios de Bodegas Cichón. La comida ya estaba preparada; el menú el mismo de otras ocasiones: empanada de congrio,  cordero asado en el horno  y postres variados. Todo estaba buenísimo. La empanada, impresionante. Como otras veces, Nieves me explicó cómo hacerla. Te prometo que esta vez la hago. El cordero, delicioso. Como yo tengo fama de que no me gusta, Nieves me había preparado gallo asado. Estaba bueno, pero si te digo la verdad, prefiero los huevos fritos con chorizo de anteriores ocasiones, porque, como aquellos, solo se pueden tomar allí.
                El vino, Amandi, parece que este año tiene menos graduación que el de  anteriores cosechas, está muy sabroso. Utilizan para elaborarlo, un 95% de uva mencía y el 5% restante es garnacha y grao negro. 
                El resto de las comidas las hicimos en la casa rural. De ellas destaco el jarrete al mencía y los postres de elaboración propia, muy buenos.
                Lo demás, ya te decía: descanso, lectura, paseo por la huerta de la rectoral, partidas de cartas y, de vez en cuando, para animar la fiesta, la música de la gaita de Carlos acompañada de unas voces y bailes poco ensayados, ¡hay que mejorarlo!

    Besos »


  2. Tarta Pavlova... ¡y melindres!

    lunes, 3 de junio de 2013

    «¡ Hola !
    Estamos en época de fresas, hay que aprovechar su delicioso aroma y sabor y disfrutar de ellas. Las que hay en el mercado vienen la mayoría de Huelva y suelen ser buenas. Para elegirlas nos fijaremos en su aspecto que debe ser rojo brillante y aunque estén cubiertas por celofán como tiene agujeros para su ventilación, percibiremos su aroma inconfundible. Si no tienen aroma, no son buenas. Las nuestras, las gallegas tardan un poco más en madurar pero tenemos la ventaja de que todavía las disfrutaremos en el mes de agosto.
    Neca me enseñó a hacer una tarta muy rica que a ella le gusta hacer  por estas fechas. Ya la hice varias veces con resultado muy aceptable, alabado por los comensales. No solo por su sabor fresco y delicioso sino que su aspecto invita a saborearla y a segregar jugos gástricos.
    Es la tarta PAVLOVA. La tradición dice que la elaboró un repostero australiano en honor de la bailarina rusa, Anna Pavlova, en los años 20 del pasado siglo. Su sabor suave y refrescante, su consistencia frágil y ligera tratan de emular los movimientos de la famosa diva.
    Se necesitan: 6 claras de huevo, 300 g de azúcar, 2 cucharadas de cacao, 1 cucharada de vinagre de vino blanco. Estos ingredientes para la base, que es mejor preparar el día antes o con bastante antelación para que esté bien fría. Montamos las claras con el azúcar, agregamos el cacao y el vinagre. En un molde bajo de unos 25 cm de diámetro colocamos un papel de horno y sobre él volcamos el merengue, procurando que los bordes queden más altos que el centro para que en el hueco pueda acoger la nata y las fresas. Lo introducimos en el horno caliente a 150º C durante 1 hora y 15 minutos. Seguimos necesitando: 1/2 l de nata para montar, 2 cucharadas de azúcar molido, 1/2 k de fresas, 2 cucharadas de mermelada de fresas o de frutos rojos. Montamos la nata con el azúcar, la extendemos encima de la base que ya hemos retirado del molde y colocado sobre una bandeja. Encima de la nata distribuimos la mermelada y las fresas cuarteadas, y encima de todo unas virutas de chocolate. Te envío foto para que veas el resultado.



    ¿Qué hacemos con las yemas? 
    Sabrosísimos melindres
    Necesitamos: 6 yemas de huevo, 50 g de azúcar, 50 g de mantequilla, 1 copita de anís dulce, la harina que admita (unos 200 g más o menos). Mezclamos las yemas con el azúcar, el anís y la mantequilla. Poco a poco vamos incorporando harina tamizada hasta que veamos que ya podemos manipular la masa sin que se pegue a los dedos, para hacer las rosquillas. Formamos las rosquillas, las introducimos en el horno caliente a 200º C, durante 12 minutos o un poco más, si nos gustan más dorados. Los sacamos del horno y, en caliente, los pasaremos por una glasa que hacemos con una clara de huevo a punto de nieve con 3 cucharadas de azúcar molido. Verás que ricos.
    Besos»

  3. «Hace algún tiempo que interrumpimos nuestra comunicación culinaria. Antes de reiniciarla me gustaría contarte cómo se hace un plato típico de Semana Santa que ahora ya no se cocina.
    En Galicia era habitual comer durante la cuaresma un plato que se denomina "potaje de vigilia", cuyos ingredientes fundamentales son la calabaza y las castañas secas o pilongas. Además pueden acompañarle otros ingredientes como habas y macarrones. Desde el día anterior hay que poner a remojo las habas y las castañas. A la hora de cocinar el plato, ponemos a cocer las habas en agua fría. Cuando casi están cocidas se echan las castañas y la pasta. Un poco más tarde la calabaza troceada. Al final, antes de servir, se doran unos ajos con aceite y se agrega al potaje.
    El bacalao es un pescado que se come mucho en Galicia. En muchos lugares es habitual en la cena de Nochebuena   acompañado de coliflor. Bien, pues ahora vamos a cocerlo con brécol que en esta época es bastante abundante. Verás que rico queda. Primero ponemos a cocer el brécol, a los 10 minutos incorporamos el bacalao desalado. Esperamos a que hierva y dejamos cocer 5 minutos a fuego lento. Escurrimos el agua. Preparamos una ajada sin pimentón para verter por encima del bacalao y del brécol.



    El domingo de pascua los padrinos regalan a sus ahijados roscas o bollas de pascua con huevos. En el norte de Galicia se llaman monas como en Cataluña. Allí se llevan a bendecir a la misa ese domingo, envueltas en pequeños manteles y luego se comen.»

  4. Viaje al Caribe

    miércoles, 10 de abril de 2013


    ¡Ya estamos de vuelta! Después de un viaje de 17 días por un lugar en el que Cristóbal Colón situó el Paraíso. Vivimos 5 días intensos en La Habana (un libro para contar). Desde aquí, en avión nos trasladamos a Santiago de Cuba. Estuvimos allí 3 días bien aprovechados : el parque Céspedes, encuadrado entre el coqueto hotel Casagranda, la catedral, la casa donde vivió Diego Velázquez (la más antigua de Cuba); el Moncada; la tumba de Martí; Morro; Casa de la Trova... En un coche alquilado emprendimos viaje hasta Pinar del Río, pernoctando en Camagüey, Trinidad, Cienfuegos, Santa Clara, La Habana y Viñales. Para regresar nuevamente al aeropuerto Martí pasando por Artemisa, Güira y Batabanó.

    Recorrimos la isla de un extremo al otro, desde oriente a occidente. Sentimos el olor del mar, del cacao, del café, de la fruta madura.  Admiramos los diferentes paisajes: el extenso y fértil llano, las largas playas de mar azul y arena blanca, las montañas con frondosa vegetación y una gama de verdes interminable, la belleza e historia en las ciudades coloniales. Quedaron unos cuantos lugares: Baracoa, Matanzas, Guardalavaca...  Claro que todo no se puede ver, necesitaríamos más tiempo.  
    Me resulta imposible narrar aquí todas las sensaciones y emociones vividas, así que voy a sintetizar  haciendo una visión general y detallando algo más en el tramo Santiago- Camagüey, que por ser el primero que realizamos solos por carretera, resultó el más sorprendente y emocionante.
    Obviamente, lo mismo que en otros países de América Latina, agravado aquí por las circunstancias de su Revolución y situación política, en algunos aspectos materiales, tenemos que retrotraernos 40 o 50 años para comprender la realidad cubana, pero eso no ocurre en el plano espiritual o intelectual en el que nos llevan  ventaja. 
    Cuba  es color, es sabor, olor, es alegría, y, sobre todo, es música. Todas estas sensaciones te las encuentras en cualquier lugar, no tienes que buscarlas, solo necesitas estar con los sentidos alerta, preparados para captarlas. 
    La cocina cubana es poco variada y con bastante uniformidad de un extremo al otro de la isla. Se puede resumir como una mezcla, resultado de la unión de la indígena o criolla, la española y la africana. Se nota poco la influencia de otras culturas. La cocina italiana está presente en sus pizzerías como en todo el mundo, pero  no se mezcla con la tradicional cubana. Durante el viaje, procuramos hacer casi todas las comidas en restaurantes o paladares de cocina tradicional. Un plato, ajiaco, (lo tomé buenísimo en el restaurante El Barracón del hotel Habana Libre), puede decirse que excepto pescado, lleva todos los ingredientes que poseen: carnes de todo tipo, incluso tasajo, carne seca de vaca; todos los vegetales: maíz, malanga, boniato, yuca, pimientos, tomates, limón, plátano, cebolla... aderezado con ají, ajo, pimienta, comino y orégano. Es su plato nacional.
    El servicio se hace todo a la vez. Los alimentos se ponen  en fuentes o bandejas que se colocan en el centro de la mesa. El postre y el café se sirven individualmente al final de las comidas. El plato principal, carne o pescado (cerdo, pollo, vaca, langosta, camarones o cualquier tipo de pescado). Ya cortado y preparado para comer, en un recipiente en el centro, rodeado de varias bandejas que contienen: ensalada de frutas de temporada; plátano frito, en láminas finas (chicharritas), o gruesas (tostones); arroz (blanco, congrí o moros y cristianos); y lo que llaman viandas: tomate, lechuga, col blanca y verde cruda, cortada en juliana muy fina, que cada comensal tiene que aliñar a su gusto; malanga, yuca, calabaza, patata, fritas o cocidas y a veces, también pequeñas croquetas redondas de carne o pescado. Siempre ponen muchísima cantidad de todo, para personas como nosotros, resultaba imposible comer al menos la mitad de lo que servían.




    Salimos temprano de Santiago. Omar, un taxista muy amable, nos indicó la mejor ruta para llegar a Camagüey, además de darnos una serie de advertencias como que en algunos lugares  la carretera no estaba en buen estado, que encontraríamos muchos ciclistas y tendríamos que hacer sonar el claxon continuamente, que también encontraríamos tractores y carros de caballos, que el tren pasaba por casi todas las localidades y en algunas no había barreras, que no condujésemos de noche porque salían animales de las cercas a la carretera... en fin, una serie de consejos de gran utilidad. Finalmente encontramos las carreteras en mejor estado de lo que esperábamos.
    Al comenzar el trayecto, unos 18 km de autopista en buen estado, bordeando las estribaciones de Sierra Maestra. Las huellas del último temporal todavía se dejaban ver en bastantes árboles caídos, sobre todo aguacates y pinos. Las palmas reales y los cocoteros parecen  más resistentes. En esta zona hay plantaciones de café y árboles de cacao. Desde Bayamo a Las Tunas, por la carretera central vemos un paisaje diferente, una llanura muy fértil bañada por caudalosos ríos, grandes extensiones de caña de azúcar, platanales, cocoteros, mangos y de vez en cuando extensas fincas cercadas en las que pacen vacas, cabras y también cerdos. Desde Las Tunas hasta Camagüey se repite un poco el paisaje y los cultivos, aunque parece una zona más cuidada, incluso la carretera está arreglada y señalizada. Pasamos por lugares con nombres tan bonitos y sugerentes como Sibanicú o Siboney. 





    No te hablé del colorido de las plantas y árboles ornamentales que se encuentran a lo largo de la carretera y en todas partes. En estas fechas estaba en flor un tipo de flamboyán con una flor grande de color rojo intenso y los ibiscus y las bugambillas de todos los colores. En todo el trayecto se encuentran pequeños quioscos de madera en los que ofrecen fruta fresca de la zona: cocos, plátanos, piñas, toronjas, guayabas... Se nota la ausencia de las vallas publicitarias que invaden nuestra sociedad, a cambio de grandes murales con lemas revolucionarios sobre todo a la entrada y salida de las poblaciones. He visto una tierra fértil y rica. Me imagino que podrán salir adelante, tienen la ventaja de no estar hipotecados con nadie.  
    Un poco antes de las 5 llegamos al hotel Horizontes Camagüey. Después de ducharnos y cambiarnos de ropa, un taxi nos llevó al centro de la ciudad, a la plaza Agramonte, flanqueada por una iglesia y por bonitas y coloridas casas coloniales. Visitamos la casa de Nicolás Guillén y la de Gertrudis Gómez de Avellaneda. Tomamos una cerveza en un pintoresco bar de la plaza y nos fuimos a cenar en un restaurante que nos recomendaron, El Coloso, en la Calle José Martí. Cenamos muy bien, langosta y carne de cerdo asado, con todos los acompañamientos que te indiqué antes. De postre helado y crema de arroz con leche. Acompañado de  vino chileno y café y trago para finalizar. Fue una de las comidas con más calidad y mejor precio entre todas las que hicimos.




    Después de cenar y charlar un poco con el maitre, seguimos sus indicaciones, continuamos por la calle hermanos Agüero y las cinco esquinas hasta llegar a la Plaza del Carmen, en donde vimos las estatuas de bronce de la escultora cubana Marta Jiménez, que reproducen a habitantes del lugar en actitudes cotidianas, sentadas charlando o paseando delante de la fachada de la iglesia del Carmen. En el paseo por la ciudad admiramos las enormes puertas y ventanas de madera talladas y las rejas tejidas como fino encaje que protegen las ventanas. Para finalizar, regresamos a la plaza Agramonte y en la casa de la música pudimos disfrutar del ritmo y música cubanos en un florido patio  interior como los andaluces.
       En cocina, me he reafirmado en la idea  expuesta al principio de nuestras charlas culinarias: la importancia de utilizar productos de temporada para apreciar su sabor natural y calidad, pero, sobre todo, para comer bien.
       Muchos besos

  5. Flores de Carnaval

    sábado, 23 de febrero de 2013

    ¡Hola!

    Supongo que estaréis disfrutando de ese viaje al Caribe, así que mientras aprovecho para subir el vídeo que hicimos mientras elaborábamos las flores de Carnaval.
    La verdad es que al principio parecía difícil, por la delicada forma de este dulce, pero con una profesora así, nos salió a todos enseguida, al final Aldo, Patri y hasta yo hicimos unas cuantas con tu ayuda. La pasta sé que está perfectamente explicada en el libro Recetas de la cocina familiar gallega, pero mejor nos la recuerdas tú misma cuando vuelvas.
    El recipiente adecuado para hacerlas es una sartén pequeña y honda, o en su defecto, como hicimos nosotros, en un cazo pequeño. Una vez preparada la pasta en un recipiente adecuado para sumergir el molde, nos disponemos a freír las flores.
    En abundante aceite doramos una monda de naranja y otra de limón y las retiramos. Sumergimos el molde para que se caliente, y una vez caliente y escurrido de aceito lo sumergimos a su vez en el molde de la pasta, casi hasta el borde, pero con cuidado de no sobrepasarlo. Escurrimos la pasta sobrante en el mismo recipiente, y lo sumergimos en el cazo con el aceite.
    Y ahora viene el "toque maestro". Tras sumergirlo en el aceite unos segundos, lo vamos subiendo y soplamos para que la pasta se despegue del molde. Una vez que vemos que se ha despegado correctamente, lo volvemos a sumergir hasta que esté hecha. Una vez hecha, la separamos con un tenedor (por ejemplo) sin que se rompa y le damos la vuelta, volviendo a sumergirla por ese lado para que se haga.
    Se hacen en muy poquito tiempo, entonces las retiramos y las ponemos sobre una bandeja con papel absorbente para eliminar el exceso de aceite. Las espolvoreamos con azúcar, avainillado si se puede, y ¡listas para comer!
    ¿La verdad es que tienen una pinta estupenda eh?
    Pero como una imagen vale más que mil palabras:




    ¡Un beso!

  6. Menú de Carnaval

    miércoles, 13 de febrero de 2013


    « Querido hijo:
    Como habíamos hablado, hoy te describiré un menú típico de carnaval. Es muy sencillo y no tiene mucha ciencia, pero vamos a hacer algunas precisiones para que todo salga bien. A mí me parece que el lacón con grelos puede resultar un poco seco, así que lo acompañamos con otras partes del cerdo y queda más sabroso el plato.
    Hoy, martes de carnaval, cociné para 15 personas. El menú: lacón, cacheira y chorizos con grelos y patatas. Utilicé un lacón de unos 3 k , una cabeza de cerdo (2 medias), 8 chorizos de carne, 6 chorizos de cebolla, 18 patatas medianas, 3 buenos manojos de grelos de Santiago. Comimos todos bien, y sobró bastante carne. El lacón, cortado en cinco trozos, y la cabeza, en cuatro, estuvieron en remojo desde el domingo, cambiando el agua varias veces. A las 10 de la mañana puse la carne a cocer con agua en una olla de porcelana grande, bastante grande. Primero a fuego fuerte hasta que se produjo la ebullición, entonces con la espumadera, retiré la espuma que se formó en la superficie. Tapé la olla y la dejé a fuego medio. De vez en cuando movía  los trozos de carne dentro de la olla para evitar que alguno se pegase al fondo. A las 12, más o menos, bajé el fuego al mínimo y así lo dejé hasta las 2. Como a esta hora la carne estaba cocida, la retiré del caldo y la coloqué en una tartera tapada para que no enfriase. En el caldo de la olla puse a cocer los grelos, lavados y escogidos, las patatas peladas y los chorizos. A las 3 estaba la mesa servida con la carne troceada en fuentes, los chorizos troceados, los grelos y las patatas. Tenía la idea de hacer fotografías para ponerlas, pero a última hora me olvidé de hacerlas.
    El postre: flores de carnaval y orejas. Por supuesto estaban hechas desde el día anterior. Tú me ayudaste a hacerlas porque querías aprender, así que esa parte la dejo para que la escribas tú.
    Después de estas fiestas y de comida contundente tras comida también contundente, tu padre y yo nos vamos al Caribe durante dos semanas y pico, (pero no pico de ave, ni pico de picar, sino pico de tiempo, de días). Así que estaré este tiempo sin escribirte para contestar a tus dudas culinarias.
    Tengo ganas de probar comidas diferentes y de comer fruta tropical en el trópico. Espero aprender cosas y regresar con alguna idea nueva para aplicar en la cocina. Ya comentaremos.
    Muchos besos »

  7. Risotto de grelos

    lunes, 11 de febrero de 2013


    « ¡Hola!
    Seguimos con los grelos, ya que estamos en temporada de esta verdura tan nuestra.
    Y como no solo de pan vive el hombre, hoy hablaremos un poco de literatura.
    Hace ya algún tiempo, nuestra Lidia, nos dio a conocer unas obras de escritores europeos contemporáneos traducidos al gallego y publicados por la editorial Rinoceronte. Son novelas y relatos cortos muy originales e imaginativos, cuya lectura me ha parecido, además de deliciosa y de goce para los sentidos, como una bocanada de aire fresco para nuestras letras. Las primeras que leí fueron «O tradutor cleptómano» y «O outono do xardiñeiro». La última, «Montididio», es un relato autobiográfico de un escritor italiano poco conocido, Erri de Luca. El protagonista, un adolescente que se encuentra con la vida, vive en el barrio napolitano Monti di Dio. Escribe su diario en el resto de una bobina de papel que le ha regalado el dueño de una imprenta. Una cruda realidad narrada de una manera...yo diría virgen, fresca y auténtica que conmueve al lector. Se trata de una obra difícil de traducir, está escrita en italiano, pero hay muchas frases en napolitano e incluso en hebreo (lengua de un personaje). Creo que es un trabajo bien hecho, vale la pena leerla. Y mira tú, por donde, una de las comidas invernales del protagonista es pan con nabizas fritas.
    Así que se me ha ocurrido la idea de hacer una conexión Galicia-Italia-Portugal.
    Conectaremos con el bonito blog que hacen Patri y Silvia. Nos dan la receta de «Pizza La Campania, con cime di rapa, pancetta e ricotta». La pizza la elabora Aldo, aprendió a hacerla en Nápoles, donde le ofrecieron «i cimi di rapa» como una verdura exclusiva de aquella zona ¡Y eran grelos!   Ya siento el sabor de esa sabrosa pizza crujiente en la base, contrastando con la suave cremosidad de la ricotta fundiéndose en un abrazo con los grelos y la panceta.
    Para continuar con la línea italiana, yo haré «Risotto con grelos». Cocinar un risotto es fácil: los ingredientes y 20 minutos. Si queremos hacer un buen risotto, necesitamos, además de los ingredientes, un poco de paciencia. El arroz tiene que ir haciéndose muy lentamente, sin dejar de removerlo para que absorba todo el líquido que le vamos proporcionando, suelte el almidón hasta conseguir que sus granos se vean inmersos en una suave y sabrosa melosidad que se ha quedado con todos los sabores de los ingredientes.
    Necesitamos: un manojo de grelos (solo utilizaremos unos pocos), un pedacito de unto o de tocino, una tacita de arroz redondo SOS, 3 tazas del agua de cocción de los grelos, 30 g de mantequilla, 50 ml de aceite de oliva virgen extra, 30 g de queso parmesano rallado y sal. Elaboración: Limpiamos los grelos, los ponemos a hervir en el agua con sal y el trozo de tocino o unto. Cuando estén cocidos, los escurrimos bien, pero reservamos el agua. Elegimos unos pocos y los troceamos con un cuchillo (El resto lo reservamos para otra elaboración). En una cazuela, a fuego suave, ponemos la mantequilla a fundir con el aceite. Añadimos el arroz, removiendo con una cuchara de madera hasta que se empape en la grasa. Ahora, vamos agregando, poco a poco, el agua de la cocción que ha de estar caliente. Así, sin dejar de remover durante 15 minutos. Entonces, incorporamos los grelos troceados, los mezclamos bien con el arroz. Seguimos incorporando el agua que habíamos separado, hasta finalizar a los 20 minutos. En ese momento, el agua de la cocción, el almidón, el aceite y la mantequilla, deben haber formado una emulsión suave y homogénea que envuelve los trocitos de grelo y los granos de arroz.
    Para servir, espolvoreamos con el queso parmesano y ¡listo para comer!
    Ciao, bjs. »

  8. Anticipando la Cuaresma

    lunes, 4 de febrero de 2013

    ¡Hola!
    Ahora sí que estamos en tiempo de buenos cocidos, grelos, lacones y demás. Pero también estamos en buena época para el consumo de un pescado bastante apreciado y muy famoso en nuestro país vecino: el bacalao.
    El fin de semana fuimos a visitar Guimaraes, y pudimos probar un bacalao al horno con brau y grelos delicioso (aunque lo que en Portugal se le llama grelos no tiene mucho que ver con lo que aquí conocemos). Creo que Aldo también aprovechó para preparar una receta (no sé si aprendida en Oporto) de ese mismo manjar cuyo resultado resultó muy apreciado por los comensales, habrá que decirle que la repita para poder catarla, o en caso contrario, que nos la explique bien...
    En fin, que yo también decidí preparar un bacalao con un toque algo más gallego, pero renovado: un bacalao confitado con puré de coliflor. Primero cocí la coliflor en leche para que quedase más tierna, aprovechando después una parte del líquido para machacarla junto a un poco de pimienta y hacer un puré más ligero y con más presencia de coliflor. Después en un cazo calenté aceite con un diente de ajo. En cuanto éste cogió algo de temperatura (sin llegar a hervir ni mucho menos, tomando el ajo como referencia), introduje un par de preciosos lomos de bacalao y aparté el cazo del fuego, dejando que se confitasen. Los mantuve unos 5 minutos, dándoles la vuelta para que se hiciesen en su justa medida por los dos lados y los retiré después a un papel para eliminar el exceso de aceite.



    Lo presenté con el puré de coliflor debajo, y el trozo de bacalao encima, con un toque del pimentón de la Vera que tú me regalaste (buenísimo) y una gota de aceite. Podría haberle hecho una buena ajada que seguramente le hubiese venido al pelo, pero opté por una opción algo más sencilla que también le aportó un toque delicioso. Realmente estaba bueno, porque además el punto de sal del bacalao era perfecto y hay que decir que el hambre a esa hora también apretaba.
    Pero creo que durante toda esta semana el bacalao podrá esperar, ¡tenemos muchas ganas de lacón!
    Besos.


  9. Grelos esperando al Carnaval

    viernes, 18 de enero de 2013


    «Hola, Bruno
    Ya acabó, por este año, una de las épocas en las que preparo más comidas "especiales", casi una tras otra. Aunque a veces acabo un poco cansada, me recupero rápido porque disfruto cocinando para los que quiero y lo hago con  mucho gusto. Este es otro tipo de gusto, pero no creas que su significado está muy distante del que hablamos antes, yo diría que es un caso de polisemia, este gusto podríamos sustituirlo por placer, el otro gusto por sensación. Sensación placentera, sería lo mismo.
     Aprendiste a elaborar las tortas de turrón con frutas glaseadas, el paso siguiente será el lacón trufado y el pavo relleno. De momento lo dejamos, sabes que te espera un gustoso aprendizaje y yo sé que serás merecedor de saborear las perdices.
     Ahora nos centraremos en las comidas propias de esta época. Hoy te hablaré un poco de los grelos que a ti tanto te gustan, que sabes cocinar y aprovechar sus cualidades.


     El año pasado hubo muy pocos grelos en Galicia, pero este año hay muchos y muy buenos. Como son una verdura de temporada, te explicaré cómo tienes que hacer para conservarlos, ahora que hay mucha abundancia para poder disfrutar de auténticos grelos en  momentos en que no los hay.
     A finales de agosto o principios de septiembre, en los lugares más húmedos de Galicia, se siembran las semillas de esta planta. Las primeras hojas que nacen, de color verde intenso, ásperas al tacto y de sabor un poco amargo, son las nabizas. Cuando le caen las heladas de diciembre y enero, la planta se suaviza, comienzan a salirle brotes nuevos y tiernos, entre las hojas, y yemas, que serán las flores. Hay que consumirlos antes de que broten las flores porque se endurecen los tallos. En la raíz de la planta se produce un engrosamiento, es el nabo.


     Así como de las nabizas se cogen las hojas grandes una a una, los grelos se cortan de la planta con un cuchillo, cada grupo de hojas con sus brotes, alrededor volverán a salir brotes nuevos.
     Tienes un manojo de grelos, vamos a limpiarlo y prepararlo para cocinar. Fíjate que en cada grupo de hojas, entre las más grandes, hay muchas otras tiernas, por lo que procurarás cortar y limpiar solo el extremo del corte. Arrancas con la mano las hojas más grandes y les cortas la parte gruesa del tallo que suele ser la parte más dura. Lavas bien debajo del grifo, entre las hojas más pequeñas puede haber tierra. Colocas la verdura en un escurridor y ya la tienes preparada para cocinar. Si la quieres cocer sola, añádele un trozo de tocino al agua y ¡no la tires! Hiciste muy bien el otro día, al cocer la pasta en ella. Seguramente tendrás ocasión de cocerlos con lacón o en el cocido, nuestros platos más suculentos de estas fechas, ya hablaremos. ¡Ah!, se cuecen entre 15 y 20 minutos.
     Si quieres congelarlos, los sumerges en agua hirviendo durante 1 minuto, luego los metes en agua fría y los escurres bien. Los pones dentro de una bolsa especial para congelación, cierras bien y al congelador. Puedes dejarlos hasta el verano, te sabrán a gloria.
     Besiños »

  10. El gusto, el bueno

    domingo, 13 de enero de 2013


    «Querido hijo:
    Me dices que el gusto es una cuestión subjetiva y muy especialmente en lo que se refiere a los alimentos. Efectivamente, nos estamos refiriendo al sentido del gusto que está íntimamente unido al del olfato. Los alimentos poseen ciertas moléculas propias de los sabores y de los aromas que son captadas por nuestros sentidos y que se registran en nuestro cerebro. El hecho de que unas sensaciones nos resulten agradables y otras desagradables, creo que , en principio, es una cuestión cultural y también de educación o, si quieres, de adaptación a determinados olores y sabores.
    Existen cuatro sabores elementales: salado, dulce, amargo y ácido. Los receptores de estos sabores se encuentran en la boca, en las papilas gustativas. El dulce se percibe en la punta de la lengua, el salado en el centro, el ácido en los bordes y el amargo, en la base. A principios del pasado siglo XX fue identificado un nuevo sabor: el umami,  palabra japonesa que significa sabroso, es el sabor del glutamato monosódico, que potencia los sabores de los alimentos, se usa en la cocina oriental en lugar del cloruro sódico o sal común que es lo que utilizamos nosotros, aunque la salsa de soja, rica en glutamato, cada vez está más presente en nuestras despensas. Se ha identificado la utilización del glutamato con la que hacían los antiguos romanos del garum , vísceras fermentadas de la caballa  (scomber scombrus). Estaba ya  inventado casi todo.
    ¿Por qué no se nombran otros sabores?¿No se aprecian más? Es una cuestión bastante compleja. En principio una sensación o una percepción, para que exista realmente, tiene que tener un nombre y ese nombre ha de ser aceptado y reconocido por varios hablantes o por un hablante influyente y con prestigio en el espacio al que se refiera, es el caso del químico japonés Kikunae Ikeda, que identificó y nombró el umami.
    Bueno, no quiero filosofar ni meterme en berenjenales fisiológicos.
    Por cierto, Ediciones Trea acaba de editar Fisiología del gusto, obra del gastrónomo francés Brillat-Savarin, que publicara en 1826, poco antes de morir. Esta obra revolucionó el mundo intelectual de la cocina, es más, creo que gracias a ella, el hecho cotidiano de comer o cocinar ha ido adquiriendo un tono científico y de consideración que faltaba en los tratados o libros de cocina.
    Bjs.»

  11. Un caldo de recuerdos

    martes, 8 de enero de 2013

    ¡Hola de nuevo!
    Después de estas fiestas llenas de comilonas, de manjares y delicias, regadas maravillosamente con vinos e incluso aguas selectas, aderezado todo ello con estupendas conversaciones, que en muchos casos derivaban en arduas y vehementes discusiones sobre el tema menos pensado: desde las diferencias climatológicas entre distintas zonas de Galicia, hasta incluso el valor destructivo del arte y de los artistas; se aproxima una época que a mí, particularmente, me entusiasma gastronómicamente hablando: el Carnaval.
    Pero aún nos quedan unas cuantas semanas antes de eso, durante las cuales muchos tendrán que volver a la normalidad de las comidas tras esta época de pequeños y deliciosos excesos. Las verduras volverán a ser durante un tiempo el ingrediente principal de nuestras dietas.
    Ayer mismo, por la noche, aprovechamos el agua donde al mediodía habíamos cocido unos grelos con patatas y chorizo para hacer una sopa espectacular. En ese agua cocimos un trozo de tocino, que posteriormente retiramos, junto con el poco exceso de grasa acumulada en el caldo, para añadir un poco de pasta y dejarla cocer, empapándose de toda esa sustancia, que realmente sabía a gloria.
    Era un trozo de tocino increíble, buenísimo, que dejó en el caldo un sabor, una consistencia y una sustancia que parecía querer escapar de cualquier sabor antes recopilado por nuestra mente y nuestros recuerdos revelándose como único, dejándonos en un primer momento sin adjetivos, para finalmente dejarnos literalmente mudos, sin palabras. Tanto que el hecho de repetir no fue ni siquiera sometido a la mínima insistencia, sino que más bien  fue un resultado lógico de las sensaciones que antes habíamos tenido. Unas sensaciones que nos retrotraían a un estado anterior de nuestras mentes, posiblemente más primario, más primitivo, quizás heredado de nuestros antepasados y grabado a fuego en nuestro ADN, que en ese momento, acompañado además por tan suculentos manjares (y anteriormente tratados en nuestra correspondencia) se reveló como un sabor completo, indescriptible: «brutal».
    Realmente quedé impactado por el sabor de esta sopa, y por eso me gustaría recuperar hoy un tema que tratamos –no sé si recuerdas– cuando empezamos estas epístolas madre-hijo que de tanto me están sirviendo para desarrollar adecuadamente mi gusto por la cocina. Porque precisamente el tema que quiero recuperar es el del gusto. Los sabores, y las sensaciones. ¿Cómo puede ser que una sencilla sopa despierte en mí tantas sensaciones?
    Sé que el gusto realmente es una cuestión subjetiva, y me imagino por todo lo que siento que está muy ligado a nuestros recuerdos, o incluso nuestra educación, así que habrá muchas opiniones distintas. Pero me pregunto si hay algo también de científico, algo mínimamente objetivo que nos permita poder catalogarlo.
    Espero que puedas aclararme algo sobre este asunto. ¡Hasta la próxima!
    Besos.