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  1. Viaje al Caribe

    miércoles, 10 de abril de 2013


    ¡Ya estamos de vuelta! Después de un viaje de 17 días por un lugar en el que Cristóbal Colón situó el Paraíso. Vivimos 5 días intensos en La Habana (un libro para contar). Desde aquí, en avión nos trasladamos a Santiago de Cuba. Estuvimos allí 3 días bien aprovechados : el parque Céspedes, encuadrado entre el coqueto hotel Casagranda, la catedral, la casa donde vivió Diego Velázquez (la más antigua de Cuba); el Moncada; la tumba de Martí; Morro; Casa de la Trova... En un coche alquilado emprendimos viaje hasta Pinar del Río, pernoctando en Camagüey, Trinidad, Cienfuegos, Santa Clara, La Habana y Viñales. Para regresar nuevamente al aeropuerto Martí pasando por Artemisa, Güira y Batabanó.

    Recorrimos la isla de un extremo al otro, desde oriente a occidente. Sentimos el olor del mar, del cacao, del café, de la fruta madura.  Admiramos los diferentes paisajes: el extenso y fértil llano, las largas playas de mar azul y arena blanca, las montañas con frondosa vegetación y una gama de verdes interminable, la belleza e historia en las ciudades coloniales. Quedaron unos cuantos lugares: Baracoa, Matanzas, Guardalavaca...  Claro que todo no se puede ver, necesitaríamos más tiempo.  
    Me resulta imposible narrar aquí todas las sensaciones y emociones vividas, así que voy a sintetizar  haciendo una visión general y detallando algo más en el tramo Santiago- Camagüey, que por ser el primero que realizamos solos por carretera, resultó el más sorprendente y emocionante.
    Obviamente, lo mismo que en otros países de América Latina, agravado aquí por las circunstancias de su Revolución y situación política, en algunos aspectos materiales, tenemos que retrotraernos 40 o 50 años para comprender la realidad cubana, pero eso no ocurre en el plano espiritual o intelectual en el que nos llevan  ventaja. 
    Cuba  es color, es sabor, olor, es alegría, y, sobre todo, es música. Todas estas sensaciones te las encuentras en cualquier lugar, no tienes que buscarlas, solo necesitas estar con los sentidos alerta, preparados para captarlas. 
    La cocina cubana es poco variada y con bastante uniformidad de un extremo al otro de la isla. Se puede resumir como una mezcla, resultado de la unión de la indígena o criolla, la española y la africana. Se nota poco la influencia de otras culturas. La cocina italiana está presente en sus pizzerías como en todo el mundo, pero  no se mezcla con la tradicional cubana. Durante el viaje, procuramos hacer casi todas las comidas en restaurantes o paladares de cocina tradicional. Un plato, ajiaco, (lo tomé buenísimo en el restaurante El Barracón del hotel Habana Libre), puede decirse que excepto pescado, lleva todos los ingredientes que poseen: carnes de todo tipo, incluso tasajo, carne seca de vaca; todos los vegetales: maíz, malanga, boniato, yuca, pimientos, tomates, limón, plátano, cebolla... aderezado con ají, ajo, pimienta, comino y orégano. Es su plato nacional.
    El servicio se hace todo a la vez. Los alimentos se ponen  en fuentes o bandejas que se colocan en el centro de la mesa. El postre y el café se sirven individualmente al final de las comidas. El plato principal, carne o pescado (cerdo, pollo, vaca, langosta, camarones o cualquier tipo de pescado). Ya cortado y preparado para comer, en un recipiente en el centro, rodeado de varias bandejas que contienen: ensalada de frutas de temporada; plátano frito, en láminas finas (chicharritas), o gruesas (tostones); arroz (blanco, congrí o moros y cristianos); y lo que llaman viandas: tomate, lechuga, col blanca y verde cruda, cortada en juliana muy fina, que cada comensal tiene que aliñar a su gusto; malanga, yuca, calabaza, patata, fritas o cocidas y a veces, también pequeñas croquetas redondas de carne o pescado. Siempre ponen muchísima cantidad de todo, para personas como nosotros, resultaba imposible comer al menos la mitad de lo que servían.




    Salimos temprano de Santiago. Omar, un taxista muy amable, nos indicó la mejor ruta para llegar a Camagüey, además de darnos una serie de advertencias como que en algunos lugares  la carretera no estaba en buen estado, que encontraríamos muchos ciclistas y tendríamos que hacer sonar el claxon continuamente, que también encontraríamos tractores y carros de caballos, que el tren pasaba por casi todas las localidades y en algunas no había barreras, que no condujésemos de noche porque salían animales de las cercas a la carretera... en fin, una serie de consejos de gran utilidad. Finalmente encontramos las carreteras en mejor estado de lo que esperábamos.
    Al comenzar el trayecto, unos 18 km de autopista en buen estado, bordeando las estribaciones de Sierra Maestra. Las huellas del último temporal todavía se dejaban ver en bastantes árboles caídos, sobre todo aguacates y pinos. Las palmas reales y los cocoteros parecen  más resistentes. En esta zona hay plantaciones de café y árboles de cacao. Desde Bayamo a Las Tunas, por la carretera central vemos un paisaje diferente, una llanura muy fértil bañada por caudalosos ríos, grandes extensiones de caña de azúcar, platanales, cocoteros, mangos y de vez en cuando extensas fincas cercadas en las que pacen vacas, cabras y también cerdos. Desde Las Tunas hasta Camagüey se repite un poco el paisaje y los cultivos, aunque parece una zona más cuidada, incluso la carretera está arreglada y señalizada. Pasamos por lugares con nombres tan bonitos y sugerentes como Sibanicú o Siboney. 





    No te hablé del colorido de las plantas y árboles ornamentales que se encuentran a lo largo de la carretera y en todas partes. En estas fechas estaba en flor un tipo de flamboyán con una flor grande de color rojo intenso y los ibiscus y las bugambillas de todos los colores. En todo el trayecto se encuentran pequeños quioscos de madera en los que ofrecen fruta fresca de la zona: cocos, plátanos, piñas, toronjas, guayabas... Se nota la ausencia de las vallas publicitarias que invaden nuestra sociedad, a cambio de grandes murales con lemas revolucionarios sobre todo a la entrada y salida de las poblaciones. He visto una tierra fértil y rica. Me imagino que podrán salir adelante, tienen la ventaja de no estar hipotecados con nadie.  
    Un poco antes de las 5 llegamos al hotel Horizontes Camagüey. Después de ducharnos y cambiarnos de ropa, un taxi nos llevó al centro de la ciudad, a la plaza Agramonte, flanqueada por una iglesia y por bonitas y coloridas casas coloniales. Visitamos la casa de Nicolás Guillén y la de Gertrudis Gómez de Avellaneda. Tomamos una cerveza en un pintoresco bar de la plaza y nos fuimos a cenar en un restaurante que nos recomendaron, El Coloso, en la Calle José Martí. Cenamos muy bien, langosta y carne de cerdo asado, con todos los acompañamientos que te indiqué antes. De postre helado y crema de arroz con leche. Acompañado de  vino chileno y café y trago para finalizar. Fue una de las comidas con más calidad y mejor precio entre todas las que hicimos.




    Después de cenar y charlar un poco con el maitre, seguimos sus indicaciones, continuamos por la calle hermanos Agüero y las cinco esquinas hasta llegar a la Plaza del Carmen, en donde vimos las estatuas de bronce de la escultora cubana Marta Jiménez, que reproducen a habitantes del lugar en actitudes cotidianas, sentadas charlando o paseando delante de la fachada de la iglesia del Carmen. En el paseo por la ciudad admiramos las enormes puertas y ventanas de madera talladas y las rejas tejidas como fino encaje que protegen las ventanas. Para finalizar, regresamos a la plaza Agramonte y en la casa de la música pudimos disfrutar del ritmo y música cubanos en un florido patio  interior como los andaluces.
       En cocina, me he reafirmado en la idea  expuesta al principio de nuestras charlas culinarias: la importancia de utilizar productos de temporada para apreciar su sabor natural y calidad, pero, sobre todo, para comer bien.
       Muchos besos