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  1. Un caldo de recuerdos

    martes, 8 de enero de 2013

    ¡Hola de nuevo!
    Después de estas fiestas llenas de comilonas, de manjares y delicias, regadas maravillosamente con vinos e incluso aguas selectas, aderezado todo ello con estupendas conversaciones, que en muchos casos derivaban en arduas y vehementes discusiones sobre el tema menos pensado: desde las diferencias climatológicas entre distintas zonas de Galicia, hasta incluso el valor destructivo del arte y de los artistas; se aproxima una época que a mí, particularmente, me entusiasma gastronómicamente hablando: el Carnaval.
    Pero aún nos quedan unas cuantas semanas antes de eso, durante las cuales muchos tendrán que volver a la normalidad de las comidas tras esta época de pequeños y deliciosos excesos. Las verduras volverán a ser durante un tiempo el ingrediente principal de nuestras dietas.
    Ayer mismo, por la noche, aprovechamos el agua donde al mediodía habíamos cocido unos grelos con patatas y chorizo para hacer una sopa espectacular. En ese agua cocimos un trozo de tocino, que posteriormente retiramos, junto con el poco exceso de grasa acumulada en el caldo, para añadir un poco de pasta y dejarla cocer, empapándose de toda esa sustancia, que realmente sabía a gloria.
    Era un trozo de tocino increíble, buenísimo, que dejó en el caldo un sabor, una consistencia y una sustancia que parecía querer escapar de cualquier sabor antes recopilado por nuestra mente y nuestros recuerdos revelándose como único, dejándonos en un primer momento sin adjetivos, para finalmente dejarnos literalmente mudos, sin palabras. Tanto que el hecho de repetir no fue ni siquiera sometido a la mínima insistencia, sino que más bien  fue un resultado lógico de las sensaciones que antes habíamos tenido. Unas sensaciones que nos retrotraían a un estado anterior de nuestras mentes, posiblemente más primario, más primitivo, quizás heredado de nuestros antepasados y grabado a fuego en nuestro ADN, que en ese momento, acompañado además por tan suculentos manjares (y anteriormente tratados en nuestra correspondencia) se reveló como un sabor completo, indescriptible: «brutal».
    Realmente quedé impactado por el sabor de esta sopa, y por eso me gustaría recuperar hoy un tema que tratamos –no sé si recuerdas– cuando empezamos estas epístolas madre-hijo que de tanto me están sirviendo para desarrollar adecuadamente mi gusto por la cocina. Porque precisamente el tema que quiero recuperar es el del gusto. Los sabores, y las sensaciones. ¿Cómo puede ser que una sencilla sopa despierte en mí tantas sensaciones?
    Sé que el gusto realmente es una cuestión subjetiva, y me imagino por todo lo que siento que está muy ligado a nuestros recuerdos, o incluso nuestra educación, así que habrá muchas opiniones distintas. Pero me pregunto si hay algo también de científico, algo mínimamente objetivo que nos permita poder catalogarlo.
    Espero que puedas aclararme algo sobre este asunto. ¡Hasta la próxima!
    Besos.


  2. 2 comentarios:

    1. Aquí el frío más punzante del invierno se empieza a notar sobre todo por la noche y lo que apetece es una buena sopa o caldo, a mi me encantan y aquí en Oporto siempre hay sopa vegetal o caldo verde en los menús, difícil resistirse. Con esta entrada me ha despertado el hambre aún más, si era posible. Y es que después de tantas fiestas por fin me animé a la primera carrera del 2013: 4,90Km / 29:53.15 / 6'06''km / 375cal, no está mal para la vuelta de vacaciones. ¡Habrá que recuperar energías con una buena cena! Por cierto, mi Director de Laboratorio en la UVigo solía decir que eso de que "sobre gustos no hay nada escrito" no es cierto, hay mucho escrito y muchos trabajos, habrá que buscar, es un tema interesante...

    2. Brunoise dijo...

      No está nada mal esa carrerita para empezar el año! Creo que sí hay algo escrito sobre gustos, y bastante importante dentro de la historia de la cocina, según me han hecho saber... ¡Próximamente más noticias!

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