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  1. Feijoa: mermelada y dulce de Feijoa

    martes, 4 de noviembre de 2014

    Hasta ahora te hablé de frutas de nuestra tradición, que aunque proceden de Asia la mayoría, hace siglos que se expandieron por Europa, especialmente por zonas de clima mediterráneo en donde han encontrado un habitat favorable. Vamos a ver ahora la feijoa y el kiwi, frutas que nos han llegado, una desde el otro lado del Atlántico y la otra desde China pasando por Nueva Zelanda, en fechas mucho más recientes y,  como las anteriores, se han acomodado perfectamente a nuestros climas más benignos.
    La feijoa es originaria de América del Sur, probablemente de Brasil. Su nombre científico es acca o feijoa sellowina, de la familia de las mirtáceas, emparentada con la guayaba. A Galicia llegó antes que el kiwi, pero, aún hoy, es menos conocida. Toda la gente  a la que he preguntado, conocen perfectamente el kiwi y les guste o no, lo han probado alguna vez, no así la feijoa o feixoa. A mí me la dio a conocer y a probar mi amiga Concha. Su suegro las tenía  en la finca de Morgadáns. Contaba que se cultivó por primera vez en Vigo en la finca de Casuso, su dueño la habría traído de Brasil en los años 50 del pasado siglo. El casero de la finca  llevó una planta a la suya de Castrelos y repartió algunas  a familiares y amigos. Hoy en día se encuentran plantas en cualquier invernadero y su cultivo se ha extendido por toda la provincia de Pontevedra, sobre todo en El Salnés y El Rosal.




    Un arbusto de hoja perenne, verde brillante en el haz y mate en el envés. El fruto es redondo de forma ovoide, de tamaño bastante más pequeño que el kiwi, aunque puede variar, tiene una piel lisa verde intenso, pulpa blanca y las semillas en su interior están protegidas por una masa  gelatinosa distribuidas en forma de cruz griega. Maduran a finales de octubre, en cuanto alcanzan ese punto se caen al suelo y generalmente se mantienen de forma idónea para el consumo durante casi tres semanas, algo más si las guardamos en el frigorífico. Su sabor es un poco ácido y muy aromático. Si cierras los ojos, te da la sensación de que estás comiendo flores, rosas, por ejemplo.




    Tiene muchas propiedades, no solo nutritivas sino también medicinales. Contiene vitaminas A, B y C; es rica en yodo, hierro, calcio, magnesio, potasio... lo que la convierte en un alimento apropiado para prevenir y curar gripes y catarros, anemia, enfermedades cardiovasculares, disminuir los niveles de colesterol o mantener la piel y el cabello sanos.
    El fruto se come fresco, generalmente quitándole la piel, porque resulta un poco amarga, a pesar de que dicen que debe comerse porque contiene clorofila, lo que favorece el crecimiento de los niños.
    Como los frutos maduran casi todos al mismo tiempo, y tenemos bastantes, vamos a elaborar mermelada y dulce para conservar.








     MERMELADA DE FEIJOA
    Pelamos las feijoas, las pesamos, las troceamos y las ponemos en el recipiente en que vamos a cocinarlas. Añadimos la mitad de su peso en azúcar. Las dejamos hasta el día siguiente.
    Ponemos al fuego, al principio fuego fuerte. Observamos que se produce mucha espuma porque tiene mucha pectina. No hay que retirarla, es indispensable para que adquiera la textura gelatinosa de una rica mermelada y para su conservación. Removemos y ponemos fuego lento. Dejamos que cueza durante unos 40 minutos removiendo de vez en cuando.
    Aplastamos las frutas con un pisapurés y en caliente vertemos la mermelada en frascos esterilizados. Una vez llenos y limpios los bordes los colocamos boca abajo hasta que enfríen. Entonces les ponemos una etiqueta que indique contenido y fecha para guardar y conservar durante unos 6 meses.

     DULCE DE FEIJOA
    Procedemos del mismo modo que para la receta anterior, pelamos los frutos, los pesamos, los cortamos, según su tamaño, en 2, 3 o 4 trozos en horizontal para que se vea el dibujo de las semillas. Añadimos la mitad de su peso en azúcar y dejamos reposar hasta el día siguiente.
    Ponemos fuego fuerte hasta que comience la ebullición, luego dejamos a fuego lento, removiendo de vez en cuando con cuchara o espátula de madera y tendremos que dejar que se haga lentamente durante un poco más de hora y media (para cantidades de 1k-2k de fruta), hasta que veamos que ya presenta un color acastañado (aunque en la foto me salió un tono rojizo que no refleja la realidad) y que en la ebullición salen como pequeñas explosiones hacia arriba.




     Entonces vertemos el dulce en recipientes de plástico, aptos para resistir el calor y contener alimentos. Los dejamos destapados para que se enfríen. Si queremos que se conserve más tiempo, empapamos un papel de cocina en aguardiente y lo colocamos encima del dulce antes de ponerle la tapa para guardarlo.
    A la hora de consumirlo, lo volcamos sobre una fuente, como si fuese un flan y veremos algo espectacular, los trozos de fruta inmersos en su propia jalea.
    Está buenísimo para comer solo, para acompañar queso, foie... lo que quieras. Yo trato de que me llegue hasta diciembre para hacer lo que yo llamo glorias de feixoa, pero eso será otro cantar.

  2. Membrillo: En conserva, en dulce, jalea

    lunes, 20 de octubre de 2014

    ¡Hola!
    Parece que ya he cogido el ritmo, a ver si lo mantengo y puedo explicarte a tiempo cómo elaborar algunos manjares deliciosos  con frutas de esta temporada.
    Hoy le toca el turno al membrillo. Este año nuestro árbol se vio afectado por mildiu y como no lo sulfatamos, la cosecha fue muy escasa. De todos modos he recibido membrillos de varias procedencias, de Raxó, los de Tino, los de Chita, de abaixo, de Neca de Amares y, los últimos que me llegaron, los de Seni y Mateo, criados con el sol y aromas del Raso en la ría de Ares.




    Como siempre, lo primero que hago es consultar el diccionario de la Academia, que explica, primero, la etimología de la palabra (del latín melimélum, manzana dulce, y este del griego). Sigue con la descripción botánica del árbol y del fruto para concluir:  "...es originario de Asia Menor; el fruto se come asado o en conserva, y las semillas sirven para hacer bandolina"
    ¡Bandolina! ¿Será el instrumento musical? No, el DRA dice así: mucílago que servía para mantener asentado el cabello después de atusado. O sea,  la gomina, que se dice ahora.
    No hace muchos años se utilizaba como ambientador colocado en los armarios roperos, pues el fruto maduro se conserva durante mucho tiempo e impregna a las ropas con su aroma.
    Además he aprendido que la palabra codoñate que aparece en algunas recetas antiguas para designar el dulce de membrillo es un término catalán que proviene del nombre científico cydonia oblonga y a su vez hace referencia a la antigua ciudad cretense Cydon en la que crecían muchos membrillos. En la religión griega el fruto estaba dedicado a Afrodita, la diosa del amor. Parece ser que la manzana dorada de la discordia que dio origen a la guerra de Troya, en realidad era un membrillo.
    Es una de las conservas de fruta más antiguas que se conocen, los romanos lo conservaban cocido en miel. Los griegos y los romanos tenían el fruto en gran estima y le atribuían cantidad de propiedades, no solo materiales para curar algunas enfermedades sino también espirituales para sanar el alma y alegrar el espíritu. El médico y astrólogo provenzal de origen judío, Nostradamus, (1503-1566), además de sus obras de medicina y proféticas escribió varias fórmulas para hacer dulce con frutas, y entre ellas, tres  para hacer jalea y cuatro para dulce de membrillo.



    Copio el inicio de una de las recetas, es preciosa, no tiene desperdicio. Yo tengo la edición en portugués y por la retórica que utiliza bien podría haber tenido el autor ese origen: "Outra forma para fazer geleia de marmelos bastante mais bela e mais preciosa, igual em sabor. É verdade que é bastante mais dispendiosa, mas quem a quiser fazer para os príncipes ou para os grandes senhores, nâo poderia deixar de fazer esta uma vez que ela ultrapassa todas as outras. Aqui nâo pode ser utilizada a avareza, mas antes a prodigalidade."
     
     En fin, ya vemos que tiene variadas aplicaciones.

    Antes de comenzar con la explicación de las recetas quiero recordarte que la palabra mermelada procede del gallego portugués marmelo. Aparece por primera vez en el libro de cocina de la Infanta Dona María de Portugal (1538-1577), para la elaboración del dulce de membrillo. El término se aplica ahora a todo tipo de conservas de fruta con azúcar, utilizando la técnica de aquella primera receta. También ha pasado a otras lenguas como marmalade, en inglés (tal vez la primera entre las lenguas europeas para referirse a la mermelada de naranja),  marmelade en francés y en alemán, marmolada en polaco marmellata en italiano o marmelat en turco.

    Es un fruto que tengo en gran estima, tanto como le tenían los griegos, romanos o Nostradamus. Es una de las elaboraciones que me costó más trabajo controlar, a pesar de las diversas explicaciones y lecturas recibidas. Por eso siento una gran satisfacción cuando consigo el membrillo perfectamente cuajado, o la jalea, o los cuartos enteros en conserva.  Hay muchas recetas para hacer el membrillo. Yo he probado tres o cuatro fórmulas. Me quedo con la que te explico a continuación porque es la más sencilla. Le dejo a los membrillos la piel sana, sin impurezas, porque le proporciona un sabor más intenso.

     DULCE DE MEMBRILLO
    Lavas los membrillos debajo del grifo para limpiarlos y sacarles toda la pelusilla. los cortas en cuartos. Con un cuchillo sacas las manchas o impurezas que pueda tener la piel. Cortas de arriba abajo para sacar el corazón con las semillas, esta parte la reservas. Pesas los cuartos, ya limpios, los troceas y los colocas en la tartera en que vas a cocerlos.


    Los cubres con la mitad de su peso en azúcar, es decir; si el membrillo pesa 1 k, pones 1/2k de azúcar. Tapas el recipiente y lo dejas hasta el día siguiente. Ya se licuó el azúcar y ha disminuido el volumen de membrillo. Lo pones al fuego, fuerte al principio, hasta que alcanza la ebullición. Bajas el fuego y dejas que siga hirviendo suavemente, removiendo de vez en cuando con una cuchara de madera. Llega un momento, casi una hora después, en que adquiere un color acastañado, que al hervir salen como pequeñas explosiones hacia arriba y que huele toda la casa a membrillo. Entonces, lo retiras del fuego, lo trituras bien y lo vas colocando en cajas de plástico adecuadas para contener alimentos calientes. Pones las cajas en un lugar ventilado para que seque durante dos o tres días, que le de el aire, no el sol. Ya puedes consumirlo y si quieres conservarlo durante tiempo, pones sobre el membrillo un papel de cocina empapado en aguardiente y luego tapas la caja.

    MEMBRILLOS EN CUARTOS EN SU ALMÍBAR
     Como para la receta anterior, lavas los membrillos y retiras con un cuchillo las impurezas que pueda tener en la piel. Los cortas en cuartos, cortas la parte leñosa y las semillas, parte que reservarás para hacer la jalea. Si los membrillos son muy grandes puedes cortarlos en ocho pedazos. Los pesas, los pones en un recipiente donde vayas a cocinarlos y, encima de ellos vuelcas la mitad de su peso en azúcar. Tapas el recipiente y lo dejas reposar un día. Al día siguiente el azúcar se ha disuelto, entonces pones el recipiente al fuego, primero a fuego fuerte para bajarlo cuando comience la ebullición. Se deja cocer durante media hora, vigilando y removiendo de vez en cuando. Introduces los membrillos en frascos esterilizados y rellenas con el almíbar, ajustando bien los trozos y golpeando para que no quede aire en los frascos. Los tapas y esperas a que enfríen para guardarlos.
    Obtendrás unos trozos de membrillo excelentes, adecuados para acompañar asados o para lo que te apetezca.


    JALEA DE MEMBRILLO
     Los trozos del corazón de los membrillos con sus pepitas los pones en una tartera, echas agua hasta cubrirlos y un poco más. Lo pones al fuego a hervir, lo dejas a fuego lento durante media hora, removiendo de vez en cuando con una cuchara de madera.
    Pasas el líquido a otro recipiente, colándolo con el escurreverduras, aprietas un poco con un cucharón para que salga bien la jalea de las semillas. Mides el líquido ya colado con una taza y le mezclas la misma cantidad de tazas de azúcar. Lo pones a hervir durante media hora, removiendo de vez en cuando con una cuchara de madera. Lo pasas a frascos esterilizados. Al enfriar debe tener la consistencia de la gelatina.



     

  3. El higo es el fruto de la higuera, parece ser que fueron los primeros frutos que se cultivaron. La higuera procedente de Asia Menor se extendió por todo el Mediterráneo ya antes de la época dorada de las civilizaciones griega y romana, que tanto valoraban y apreciaban este fruto. Los griegos decían que el fruto era un regalo de la diosa Deméter, le atribuían cantidad de virtudes no solo alimenticias sino también medicinales. Hay muchas variedades de higos, Plinio en su Historia Natural ya reconoce más de 29. En el Génesis es una higuera  la que se identifica con el árbol del bien y del mal.
    Hay higos blancos, higos verdes, higos violeta. Por dentro unos son blancos, otros rosados y otros rojos. Una especie que tiene un nombre tan sugerente como cuello de dama, es la que se utiliza  para secar. Los higos maduros son deliciosos, dulces, jugosos, tiernos...es una de nuestras frutas con connotaciones más voluptuosas, de la especie que sea, desde las tempranas brevas hasta los pequeños y reventones migueles de finales del verano, verde tierno por fuera, rojos en su interior.
    La higuera es un árbol que tiene muy mala prensa en el saber popular, que si tiene mala sombra, que si es falsa... sin embargo, ahí la tienes  creciendo en casi todas las latitudes afanándose en regalarnos, algunas,
    sus dos cosechas siempre sabrosas.

    MERMELADA DE HIGOS
    Elegimos los higos más maduros, los lavamos y les sacamos el cuello, pesamos, troceamos y añadimos la mitad de su peso de azúcar. Dejamos reposar hasta que se disuelva el azúcar. Entonces ponemos al fuego, al principio fuerte para bajar en el primer hervor.


    Dejamos hervir durante una media hora, removiendo de vez en cuando con una cuchara de madera, hasta que vemos que la fruta se va dorando y percibimos el aroma de las semillas del higo tostadas. Finalmente añadimos el zumo de medio limón aplastamos la fruta con un pisa purés.



    Introducimos la mermelada en los frascos previamente esterilizados. Dejamos enfriar los frascos con la tapa hacia abajo. Ponemos etiquetas con el nombre del contenido y fecha. se conservan en perfecto estado durante 6 meses.

    HIGOS EN ALMÍBAR
    Ahora elegimos higos maduros pero que no estén abiertos ni tengan grietas en la piel. Los pesamos, por cada 1/2 k de higos elaboramos un almíbar con 400 g de azúcar por 200 g de agua.



    Al hervir el almíbar introducimos en él los higos uno a uno. En el momento que se reinicie la ebullición ponemos el fuego al mínimo y dejamos cocer los higos lentamente durante 10 minutos, dándoles vuelta de vez en cuando. Añadimos el zumo de medio limón. Introducimos los higos en los frascos que rellenaremos con el almíbar.




    Procedemos como para la mermelada, ponemos los frascos a enfriar boca abajo, etiquetamos y guardamos en lugar fresco.
     ¡Hasta pronto!



  4. Guindas: mermelada y licor

    lunes, 29 de septiembre de 2014

     ¡Hola! voy a concluir estas recetas que tenía pendientes.

     La guinda es el fruto del guindo o guindal, árbol de la misma familia que el cerezo aunque no llega a alcanzar sus dimensiones. El fruto es ácido, un poco más pequeño que cualquier tipo de cereza y con el rabo más corto. Es ideal para elaborar mermelada y el delicioso licor de guinda tan apreciado en el norte de España.
    La frase échale guindas al pavo se popularizó a raíz del éxito de una canción de la película española de 1934, Morena Clara, pero en realidad es mucho más antigua y se refiere al hecho de arrojar guindas al dragón de cartón pintado, o Tarasca, que desfilaba en fiestas y procesiones castellanas, hecho que agradecían los portadores del dragón escondidos en su interior. Así que la frase, en su origen,  no tiene nada que ver con la cocina del ave. Otra frase, poner la guinda, significa dar por finalizada una actuación con éxito, esta sí que tiene que ver con un hecho gastronómico como es poner la guinda a un pastel como último paso en su elaboración.
    Recogemos algunas guindas de los árboles para elaborar mermelada y licor. La verdad es que bien podrían madurar un poco más, pero los voraces y hambrientos mirlos nos dejarían sin ellas.









     MERMELADA DE GUINDAS
    Lavamos las guindas, les retiramos el rabo y el hueso. Al tirar por el rabo sale todo junto, reservamos los huesos y tiramos los rabos. Colocamos los huesos en un trozo de gasa para hacer un paquetito con ellas que quede bien atado.



    Pesamos las guindas, las ponemos en un recipiente para cocinar, añadimos justo la mitad de su peso en azúcar. Mezclamos todo bien y cuando el azúcar está disuelto lo ponemos al fuego junto con el atado de huesos. Dejamos que se haga a fuego lento, removiendo de vez en cuando con una cuchara de madera, hasta que la mermelada llega a su punto. En ese momento la retiramos del fuego, quitamos el paquetito de huesos e introducimos la mermelada en frascos esterilizados.
    Esta mermelada acompaña muy bien al foie gras y a la caza.

     LICOR DE GUINDAS
    Yo elaboro este licor con aguardiente de orujo, procedente de la destilación del hollejo de las uvas. En los lugares en los que no se hace vino y también en la elaboración industrial utilizan un producto que popularmente llaman caña de holanda, (holanda es el nombre que se da al aguardiente de baja graduación, tal vez, en su origen, el término holanda se refiriese al recipiente en el que se guardaba), que no es más que el resultado de la destilación de vinos que no son apreciados para el consumo y que se rebaja con agua hasta los 36º o 40º.
    Lavamos las guindas, les retiramos el rabo con suavidad, para que no salga con el hueso, ya que debe quedar dentro de la guinda. En una ocasión, porque lo vi en una receta, dejé el rabo a las guindas, pero el resultado no me gustó, así que no he vuelto a repetirlo.
    En un frasco de cuello ancho introducimos un l de aguardiente, 1/2 k  de guindas, 1/2 k de azúcar y un palo de canela en rama.




    Los primeros días movemos el frasco para que se disuelva el azúcar, luego lo dejaremos reposar por lo menos durante 6 meses. Es decir, elaboramos el licor en el mes de junio y en diciembre podrá estar en su punto.
    Para degustarlo lo servimos en copa pequeña de cristal, si cae una guinda, será bien recibida. Al acabar el líquido nos la comemos y disfrutaremos de su explosivo sabor.
    Espero que te guste y yo, ponerme al día para enseñarte alguna receta para conservar un fruto de esta época tan lujurioso como lo es el higo.

     
     

  5. Pinto con guisantes

    lunes, 8 de septiembre de 2014

    Te envío esta receta que tenía escrita ya en el mes de junio.
    Acaban de regalarme un hermosísimo ejemplar de pinto recién pescado, así que me dispongo a cocinarlo acompañado de sabrosísimos guisantes de nuestra huerta.


    Después de sacarle bien sus duras escamas con una concha de vieira, de eviscerarlo y retirarle agallas y aletas, pienso que esta vez voy a cocinarlo en el horno. Siempre lo guisé troceado en una tartera, así que voy a probar una nueva manera.


    Casi no me cabe en la bandeja del horno, tengo que colocarlo de esquina a esquina.
    En primer lugar le preparo una cama de patatas cortadas en rodajas que he pochado ligeramente en la sartén, encima coloco el pinto, le he puesto un poco de sal y una loncha de jamón con tocino en la barriga. Sobre él los guisantes a los que he dado un hervor. En la sartén con aceite, doro una cebolla cortada en juliana, luego añado medio vaso de agua de la cocción de los guisantes, medio vaso de vino albariño y un poco de perejil troceado. Todo esto lo vierto sobre el pinto y los guisantes. Así lo introduzco en el horno a 180º durante 25 minutos.


    Imagínate la felicidad de los comensales ¡Estaba sabrosísimo!

  6. Las galletas de nata de mi amiga Tere

    domingo, 7 de septiembre de 2014

               Tengo algunas recetas pendientes para enseñarte y para incluir en este blog. Trataré de mostrártelas poco a poco.
          Reiniciaré este espacio con una receta muy fácil de elaborar, económica y lo que es mejor, le gusta a todos los que la prueban. Así que ahora te toca aprenderla a ti. Fíjate que yo he hecho galletas de nata, tengo dos recetas en mis libros de cocina que tratan de recuperar aquella receta casera que se hacía con la nata  formada en la superficie de la leche al hervirla. Estas son más sencillas de hacer y son sabrosas. ¿Las adoptamos?
          Me enseñó a hacerlas mi "compa" de bachillerato, Tere Rubio Alvariño, durante mi último viaje a Ferrol. Ella me decía que debía aprender a hacerlas porque tenían mucho éxito sobre todo entre la gente menuda. Yo he comprobado que lo tienen entre los "menudos" y entre los que no lo son tanto.
          Cuando me contaba Tere su historia con estas galletas, porque tienen su historia ella y las galletas, yo me imaginaba que  podríamos llamarles "galletas viajeras". Hace galletas a miles para todo el mundo y más allá: para sus hermanas, sus sobrinos, para los alumnos de su colegio, para los hijos de sus vecinos, para los hijos y nietos de sus amigas y amigos, para los sin techo, para los que llegan, para los que marchan. Para todos.
    - Mujerr, si no tardo ni diez minutos en hacerlas. Y se pone a hacer una nueva hornada de galletas para que te las lleves. Así es Tere.
    - Además, se conservan muy bien durante tiempo, no llevan huevo. Puedes guardarlas en una caja y estarán mejor. Yo las he enviado a Inglaterra, a Alemania, incluso las llevaron unos amigos que marcharon a Australia  porque les gustaban mucho a sus hijos. También son buenas para llevar en el coche y comerlas, en viajes largos- decía ella.
       Lo que yo te digo: galletas viajeras.
       Los ingredientes que se necesitan son: una medida de nata líquida de la de montar, otra de azúcar, un poco menos de la medida de aceite de oliva de 0´4º, ralladura de limón y la harina que admita para poder manipular la masa. El perfeccionista en la cocina se pondría nervioso con estas medidas. Ahora te lo explico mejor. Yo utilizo como medida una tacita pequeña de café, 100ml, más o menos. Necesito unos 300g de harina para hacer la masa. Con esta cantidad salen unas 50 galletas que coloco en dos bandejas de horno. ¡Ah! se me olvidaba, a las galletas se les da forma con cortapastas.
          Ponemos en un cuenco el azúcar, la nata, el aceite y ralladuras de limón, con una cuchara de madera mezclamos todo. Vamos incorporando la harina poco a poco, removiendo con la cuchara, hasta que no se pueda más, entonces utilizamos las manos para amasar y que se mezcle todo bien hasta que la masa no se pegue.
          Estiramos la masa con un rodillo, le damos formas variadas con los cortapastas y las colocamos sobre papel de horno en las bandejas. las introducimos en el horno caliente a 180º, durante 10 minutos, ya vemos que se van dorando ligeramente. al sacarlas las espolvoreamos con azúcar glas.
          Poco a poco nos iniciaremos en la técnica de adornarlas y acompañarlas con otros ingredientes. podemos empezar por colocar ojos en las figuras de animalitos con cerezas glaseadas, o con chocolate... las posibilidades dependen de nuestra imaginación.




          También se me ocurre pensar que estas galletas merecen ser guardadas en una caja bonita. Este tema lo dejamos para otro día.
          He consultado en varios libros de cocina y en internet. Esta receta con estos ingredientes no la he encontrado. La mayoría  de las recetas de "galletas de nata" llevan huevo y mantequilla. Lo que está claro es que pertenece a la cultura mediterránea, del aceite, no a la del norte, de la mantequilla.
          Las galletas siguen viajando. Me he enterado de que en Campo Nogara, cerquita de Venecia las ha hecho, con resultado óptimo y presentación de cine, Silvia. Las veremos pronto en "Un toque de azafrán".
          Hay recetas que se van transmitiendo de unas personas a otras. No conocemos exactamente su origen, sí son una preparación colectiva o una receta de autor. Yo creo que esta es una variante de las galletas de nata tradicionales de elaboración casera y por todas las razones que te he contado creo que  merecen llevar el nombre de Mª Teresa Rubio Alvariño. Para abreviar yo las llamo siempre: las galletas de Tere.

  7. «O polbo e a súa cociña»

    lunes, 7 de abril de 2014

    ¡Hola de nuevo!
    En todo este tiempo de silencio en este blog, hemos recibido numerosas muestras de cariño e impaciencia que nos instaban a retomar con presura las publicaciones regulares. Nosotros os respondíamos pidiendo tranquilidad, pues nuestra falta de actividad no se debía a la falta de temas que tratar (¡más bien al contrario!), sino que derivaba de la acumulación de trabajo y la consecuente falta de tiempo. Sí es verdad que pudimos haber retomado la actividad algo antes, pero queríamos esperar para poder ofreceros noticias realmente frescas y sabrosas, ¡de esas que tanto nos gustan!
    Es realmente un orgullo poder presentaros el nuevo libro de la cabeza pensante y visible de este blog, Matilde Felpeto Lagoa, «O polbo e a súa cociña» (Ed. Xerais).



    En él recorre apasionadamente la historia y la leyenda del pulpo, vertiendo algo de luz sobre las oscuras profundidades donde habita este curioso e inteligente cefalópodo, puesto que no sólo de sabrosas recetas se constituye este libro, sino que también podemos encontrar en él detalladas muchas de sus peculiaridades científicas, nutricionales e incluso de tradición (con interesantísimos apuntes, por cierto, sobre muchos mitos acerca del pulpo).
    El pulpo es un referente gastronómico en Galicia, tanto en ferias, fiestas y restaurantes, como en nuestras propias casas. Y este apetecible y jugoso libro ofrece respuestas tanto en el terreno mitológico como en el terrenal, en nuestro imaginario como en nuestra gastronomía; y sitúa al pulpo (como acertadamente apunta Miguel Vigo en la ilustración de portada) en el trono de las profundidades y en el de nuestras cocinas.