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  1. Feijoa: mermelada y dulce de Feijoa

    martes, 4 de noviembre de 2014

    Hasta ahora te hablé de frutas de nuestra tradición, que aunque proceden de Asia la mayoría, hace siglos que se expandieron por Europa, especialmente por zonas de clima mediterráneo en donde han encontrado un habitat favorable. Vamos a ver ahora la feijoa y el kiwi, frutas que nos han llegado, una desde el otro lado del Atlántico y la otra desde China pasando por Nueva Zelanda, en fechas mucho más recientes y,  como las anteriores, se han acomodado perfectamente a nuestros climas más benignos.
    La feijoa es originaria de América del Sur, probablemente de Brasil. Su nombre científico es acca o feijoa sellowina, de la familia de las mirtáceas, emparentada con la guayaba. A Galicia llegó antes que el kiwi, pero, aún hoy, es menos conocida. Toda la gente  a la que he preguntado, conocen perfectamente el kiwi y les guste o no, lo han probado alguna vez, no así la feijoa o feixoa. A mí me la dio a conocer y a probar mi amiga Concha. Su suegro las tenía  en la finca de Morgadáns. Contaba que se cultivó por primera vez en Vigo en la finca de Casuso, su dueño la habría traído de Brasil en los años 50 del pasado siglo. El casero de la finca  llevó una planta a la suya de Castrelos y repartió algunas  a familiares y amigos. Hoy en día se encuentran plantas en cualquier invernadero y su cultivo se ha extendido por toda la provincia de Pontevedra, sobre todo en El Salnés y El Rosal.




    Un arbusto de hoja perenne, verde brillante en el haz y mate en el envés. El fruto es redondo de forma ovoide, de tamaño bastante más pequeño que el kiwi, aunque puede variar, tiene una piel lisa verde intenso, pulpa blanca y las semillas en su interior están protegidas por una masa  gelatinosa distribuidas en forma de cruz griega. Maduran a finales de octubre, en cuanto alcanzan ese punto se caen al suelo y generalmente se mantienen de forma idónea para el consumo durante casi tres semanas, algo más si las guardamos en el frigorífico. Su sabor es un poco ácido y muy aromático. Si cierras los ojos, te da la sensación de que estás comiendo flores, rosas, por ejemplo.




    Tiene muchas propiedades, no solo nutritivas sino también medicinales. Contiene vitaminas A, B y C; es rica en yodo, hierro, calcio, magnesio, potasio... lo que la convierte en un alimento apropiado para prevenir y curar gripes y catarros, anemia, enfermedades cardiovasculares, disminuir los niveles de colesterol o mantener la piel y el cabello sanos.
    El fruto se come fresco, generalmente quitándole la piel, porque resulta un poco amarga, a pesar de que dicen que debe comerse porque contiene clorofila, lo que favorece el crecimiento de los niños.
    Como los frutos maduran casi todos al mismo tiempo, y tenemos bastantes, vamos a elaborar mermelada y dulce para conservar.








     MERMELADA DE FEIJOA
    Pelamos las feijoas, las pesamos, las troceamos y las ponemos en el recipiente en que vamos a cocinarlas. Añadimos la mitad de su peso en azúcar. Las dejamos hasta el día siguiente.
    Ponemos al fuego, al principio fuego fuerte. Observamos que se produce mucha espuma porque tiene mucha pectina. No hay que retirarla, es indispensable para que adquiera la textura gelatinosa de una rica mermelada y para su conservación. Removemos y ponemos fuego lento. Dejamos que cueza durante unos 40 minutos removiendo de vez en cuando.
    Aplastamos las frutas con un pisapurés y en caliente vertemos la mermelada en frascos esterilizados. Una vez llenos y limpios los bordes los colocamos boca abajo hasta que enfríen. Entonces les ponemos una etiqueta que indique contenido y fecha para guardar y conservar durante unos 6 meses.

     DULCE DE FEIJOA
    Procedemos del mismo modo que para la receta anterior, pelamos los frutos, los pesamos, los cortamos, según su tamaño, en 2, 3 o 4 trozos en horizontal para que se vea el dibujo de las semillas. Añadimos la mitad de su peso en azúcar y dejamos reposar hasta el día siguiente.
    Ponemos fuego fuerte hasta que comience la ebullición, luego dejamos a fuego lento, removiendo de vez en cuando con cuchara o espátula de madera y tendremos que dejar que se haga lentamente durante un poco más de hora y media (para cantidades de 1k-2k de fruta), hasta que veamos que ya presenta un color acastañado (aunque en la foto me salió un tono rojizo que no refleja la realidad) y que en la ebullición salen como pequeñas explosiones hacia arriba.




     Entonces vertemos el dulce en recipientes de plástico, aptos para resistir el calor y contener alimentos. Los dejamos destapados para que se enfríen. Si queremos que se conserve más tiempo, empapamos un papel de cocina en aguardiente y lo colocamos encima del dulce antes de ponerle la tapa para guardarlo.
    A la hora de consumirlo, lo volcamos sobre una fuente, como si fuese un flan y veremos algo espectacular, los trozos de fruta inmersos en su propia jalea.
    Está buenísimo para comer solo, para acompañar queso, foie... lo que quieras. Yo trato de que me llegue hasta diciembre para hacer lo que yo llamo glorias de feixoa, pero eso será otro cantar.