« Querido hijo:
Me complace observar cómo vas progresando, veo que tienes
iniciativa e imaginación para la cocina. No te impacientes, creo que llegaremos
a saborear esas deliciosas perdices.
Pues sí, que no paro. Ya sabes que teníamos por disfrutar
vuestro regalo de aniversario: estancia de dos días en una casa rural.
Llegábamos a la fecha límite, así que elegimos los días 14 y 15 de diciembre en
Casa Castiñeira, Muxía, en la aldea de Buiturón. Hicimos una elección acertada
porque la casa nos gustó mucho y quedamos satisfechos en todos los aspectos.
Nos acompañaron Ana, Suso, Pili y Tino, que les pareció bien la idea de
recorrer a Costa da Morte.
Los pronósticos meteorológicos eran desalentadores, el día
anterior a nuestro viaje, en Vigo hubo un auténtico temporal de lluvia y
viento. Teníamos hechas las reservas y no nos desanimamos. Tuvimos suerte, al
pasar Santiago dejamos la lluvia atrás y, en todo el viaje, solo la oíamos como
caía durante la noche.
Al llegar, fuimos directamente a Muxía. Desde el santuario
contemplamos la piedra de abalar y otras formaciones caprichosas de las rocas,
ahora golpeadas por un mar embravecido. De vuelta al pueblo, sentados en la
terraza protegida de una cafetería, nos dimos cuenta de que no se veía el mar,
oculto por unas inútiles construcciones de piedra y cemento, mucho cemento. Tu
padre, que había militado en el equipo de fútbol local en tiempos de "la
liga de la costa", y conocía bien Muxía, sintió, además, la ausencia
de unas casas de piedra preciosas que
había delante del mar. Se lamentó diciendo: “destrozaron el pueblo más bonito
de A Costa da Morte”.
El sábado por la mañana salimos hacia Camariñas. De camino
vimos la iglesia de Moraime, el monasterio de San Martiño de Ozón. Los
pintorescos pueblos de Cereixo y Ponte do Porto. Al llegar pateamos las
retorcidas callejuelas y admiramos algunas artísticas filigranas en encaje de
bolillos. Decidimos ir a Cabo Vilán para ver el faro y el espectáculo, que imaginábamos, del Atlántico tempestuoso.
Efectivamente, era impresionante ver desde la altura y a buen recaudo, cómo el
mar se estrellaba e intentaba subir convertido en espuma sobre los farallones
que protegen al cabo y los enormes acantilados. La guía del faro, nos dijo que
valía la pena hacer el camino de la costa, por lo menos hasta Santa Mariña y
luego bajar a Xaviña. Tendríamos que ir con cuidado porque se trata de una
pista sin asfaltar y con las lluvias que habían caído podríamos tener problemas
para pasar con el coche. Fuimos muy despacio para contemplar otra bella
perspectiva del Cabo Vilán, parando continuamente para disfrutar de un paisaje
rosado de granito y del espectáculo del mar por los lugares: playa de la
Pedrosa, playa de Balea, playas de Reira, duna Monte Blanco, ensenada de Trece.
Llenos nuestros ojos de inmensidad y océano, regresamos a Camariñas para comer
en el restaurante Puerto Arnela. El menú: percebes, pequeños pero muy sabrosos;
parrillada de pescado que estaba riquísima; de postre, tartas caseras y de
vino, elegimos un godello, bueno. El precio más que aceptable.
Después de tomar café y descansar un poco, decidimos ir
hasta Camelle y Arou. Paseamos por estos lugares y contemplamos el paisaje.
Nuevamente hacia Laxe, aquí no paramos porque recientemente habíamos estado
allí visitándote y comido muy bien en el restaurante Zurich
¿recuerdas? Seguimos viaje por Ponteceso, donde nos acordamos del bardo Eduardo Pondal, convertida ahora en una gran villa con mucha
vida. Llegamos hasta Corme, recorrimos sus empinadas calles y el puerto.
Tomamos un refrigerio en un bar con aspecto
antiguo que conservaba el mostrador y las estanterías de madera, creo
que se llamaba El Labrador. Se nos hizo
de noche, regresamos por Vimianzo donde contemplamos el castillo iluminado, sin
parar hasta llegar a la casa.
El domingo, después de desayunar, nos despedimos de los
amables dueños de la casa rural. Salimos hacia Cée y Corcubión para continuar
hasta Fisterra. Llegamos al cabo donde admiramos nuevamente la inmensidad del
mar, paramos en el pueblo, paseamos por sus calles que, por cierto, estaban muy
sucias y tomamos una tapa de pulpo, muy bueno, en Los Tres Golpes. Desanduvimos
un poco el camino y desde Cee emprendimos regreso por la costa disfrutando de
un paisaje y unos lugares preciosos: Ézaro, O Pindo ( con tantos recuerdos).
Paramos a comer en Caldebarcos, en el restaurante Fontevella, un lugar
maravilloso desde donde se veía toa la playa y el mar de Carnota. Comimos muy
bien: camarones, pulpo a la plancha, sargo a la parrilla, una riquísima tarta
de café. Regado todo ello con blanco ribeiro, Casal de Armán. Nos atendió Juan,
muy amable, al que Ana y yo asaetamos a preguntas sobre la procedencia de los
productos que nos servía y otras cosas referentes a la cocina. Muy bien, un
lugar para volver. Todavía pudimos ver toda la costa hasta Muros, resaltando la
belleza de lugares como Louro y su monte guardián. Antes de llegar a Noia
dejamos el mar para coger la vía por Serra de Outes y luego la autopista hasta
Vigo.
Quedaron muchos lugares por ver, nos reservamos para otra
ocasión porque merece la pena.
Un beso »
Preciosa entrada con sabor a mar embravecido... Merece la pena visitar la costa da morte en esta época. Nosotros tuvimos la oportunidad de hacerlo hace dos años, con el grupo de españoles de Ithaca y también nos quedamos con ganas de repetir. Estoy de acuerdo con lo de Muxía, una pena. A pesar de esos lamentables destrozos, hay lugares realmente espectaculares que visitar en la zona. Gracias por compartirlo.